La calidad implica mejorar
permanentemente la eficacia y la eficiencia de las comunidades y de sus
actividades y estar siempre atentos a las necesidades de los vecinos y a sus
quejas o muestras de insatisfacción. Si se planifican, en la medida de lo
posible, depuran y controlan los procesos implicados en la gestión de las
comunidades, aumentará la capacidad, rendimiento y bienestar de todos. Pero,
además sería necesario indagar y valorar con cierta regularidad “la calidad”
que percibe cada vecino y las posibilidades de mejorar de dicha percepción.
La calidad que perciben los
vecinos está condicionada por la forma en que la comunidad realiza las
actividades que repercuten en lo esperado por él (las compras, contrataciones,
el mantenimiento, el control del servicio, la gestión documental, la detección
y corrección de fallos e incidencias a tiempo,…).
Los vecinos, no forman un
conjunto homogéneo y, es preciso considerar a cada vecino o grupo de vecinos
con similares comportamientos, con diferentes atribuciones de lo que esperan.
“Se debe tratar a todos los vecinos por igual, es decir a todos
diferente.”
A este escenario interno se
suma un entorno donde los cambios se producen con gran rapidez y las presiones externas
(especialmente las de adaptación a legislación) son cada vez mayores, a esto se
le suman la escasez de recursos económicos en un contexto de crisis.
Por esa razón, los sistemas
de gestión de calidad deben evolucionar de manera que deban tener más relieve
los factores que permitan un mejor conocimiento y una ágil adaptación al
exigente entorno. Entre estos factores destacamos la gestión del conocimiento y
el apoyo en el Gobierno de la Comunidad de profesionales modernos y con una
visión más amplia que la exclusiva gestión administrativa[1].
Cada comunidad tiene que
identificar los requerimientos externos a los que está sometida y cuáles son las
expectativas de sus vecinos y tener en consideración el orden de importancia
que este les atribuye, la comunidad debe asegurar que tiene los recursos
económicos y humanos suficientes para
que esas expectativas se manejen en niveles óptimos.
Un saludo.
[1]
El contar con contratos en los que se especifique los servicios a prestar,
especialmente los de estas características poco convencionales en el
sector, es una buena práctica como
resultado del ajuste de la demanda entre los copropietarios y la administración
de fincas.
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